“I’ve seen things that you people wouldn’t believe. Attack ships on fire on the shoulder of Orion. I watched C-beams glitter in the dark near Tannhauser Gate. All those moments will be lost in time like tears in rain. Time to die.”
(Yo he visto cosas que ustedes no se imaginarían. Naves de ataque en llamas sobre los hombros de Orion. Vi bombas C brillando en la oscuridad cerca de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir.) El replicante moribundo de Blade Runner.
Me intriga ese replicante.
No es un cobarde chillando porque no se quiere morir. No se aferra a su porción de lentejas. No ignora que es prescindible y, además, replicable. Es tan descartable como cualquiera. Así y todo, se niega a su fecha de caducidad.
Porque el problema de la muerte del replicante está en otro lado: El problema son los ojos.
Toda la película apoya esa idea: Incendios reflejados en las pupilas. La fabrica de ojos. El test de reacción sobre los ojos. La manía de los replicantes por coleccionar fotos.
El miedo, la carne, el egoísmo, todo eso se puede superar. Pero, a la hora de morir, el problema de los ojos no tiene solución. Las cosas que los ojos han visto, las naves en llamas, la famosa belleza. Eso parece tener vida propia y se resiste por su cuenta.
Por poco afecto que un replicante le tenga a su vida, una típica vida de mierda, una vida de esclavo, ese asunto de la belleza no lo deja morir en paz. El problema son los ojos. Se rehusan a perder su envase.
0 comentarios:
Publicar un comentario