Ahora que mi esperanza de vida ha sido calculada en menos de un año, a lo mejor llegó el momento de la confesión.

He sido amante del desatino.

No ha habido una hora de mi vida que no tuviera entre manos este enorme amor por algún gran desatino.

No es el mejor epitafio al que se puede aspirar, me percato, pero tampoco es el peor. Por lo menos es un amor desinteresado.