La frase del año

Estoy agradecida. La vida reserva para mi las más raras alegrías.

Justo para cerrar el año, me hice acreedora de la mejor frase de la historia de la galaxia. Apoteótica.

"Vos debés ser la única mina en el mundo capaz de conseguir que a un tipo se le baje la pija mientras la tiene en la boca"

Si estuve ausente fue a causa del espiritu navideño que cayó sobre mi.
Con paso torpe me arrastró de madrugada, bajo la lluvia, hasta el terraplén desierto de las vías. Me intimidó un poco escuchar su respiración asmática en la oscuridad. El espíritu exalaba el humo de su cigarro en grandes bocanadas bajo la barba. Al fin se detuvo y me señaló un rincón.
Quizás presenció una violación allí mismo, me dijo. La chica gemía boca abajo mientras el tipo se la cogía por atrás. El se quedó quieto, mesándose la barba, observando y dudando. No se atrevió a hacer ruido. Finalmente el espíritu navideño retrocedió sigiloso por donde había venido.
Hizo un segundo de silencio, el suficiente para sentarse en el suelo bajo la llovizna y encender un nuevo cigarro. Me senté a su lado.
Entonces me habló de la vez que atropelló un perrito con el trineo. Lo reventó. Las tripas saltaron para todos lados, pero quedó vivo. Me describió con detalle la mirada de desconcierto que le dirigió el perro. No entendía nada.
Suspiré bajo la lluvia. Se escuchó el ruido de un auto a lo lejos. Por un instante sospeché que quizás el espiritu navideño se dirigiera a mi por alguna razón. Quizás su relato tuviera una finalidad. Quizás quisiera algo de mí.
La cabeza me pesó tanto que intenté apoyarla en su hombro, pero el espíritu se levantó de un salto, clamando:
- Jo, jo, jo... ¡Feliz Navidad!

La madrugada del sábado estaba fresca. En un primer piso de Parque Patricios el baile se africanizaba. Yo no bailo candombe, pero me divertía.
Me recosté en la barra. Pedi más pochoclos y cerveza. Del otro lado de la barra distinguí una cara, una cara... Era el Juancho.
Lo miré extrañada. Parecía un anciano. Hace unos diez años ese tipo era un muchacho. Y por razones que no confesaré, estuvo alojado en mi casa durante algunos meses.
Me vio mirarlo y me sonrió. No había ningún reconocimiento en su mirada. Lo saludé sintiéndome rara. Levantó las cejas, achicó los ojos, y buscó a su alrededor al destinatario del saludo. Prendí un cigarrillo y suspiré.
Le di la espalda al bar y me acodé en la ventana. El aire de las cuatro de la madrugada se filtraba fresco y saludable. La gente que bailaba candombe parecía cubierta de brillantina.
A través del vidrio vi como se erguía, muy cerca en el cielo nocturno, la cárcel de Caseros.
Desde que empezaron los preparativos para demolerla, las paredes están llenas de agujeros. La cárcel vacía parece un queso.

Terroristas

Extraños fenómenos de la lingüistica masculina.
Primero, se presisan cuarenta torturadores para moverlos a hablar de algo que les incumba personalmente.
Apenas arrancada una confesión, los cuarenta torturadores deben suicidarse de inmediato. Ningún oído puede resistirlo.

Procedo solo con un ejemplo:

Luego del cuarto rechazo, el sujeto protesta enérgicamente:
- ¡Vos no me entendés! ¡A mi no me interesa tener sexo con vos! Yo te hablo de formar una familia...


AAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!

Messenger of God



Alecito anda declarando que Dios le habló en el msn. Según dice, le dirigió palabras de aliento. Preocupada por su salud mental lo comenté con Carlitos. Quedé perpleja ante su respuesta. Me confesó que también a él le habló. Le hizo advertencias en el msn: cuidado con lo que hacés, te estoy vigilando...

La risa que había iniciado se me atragantó. Los mensajes de Dios sonaban demasiado congruentes para ser chistosos. Parecían conocer el lugar que le corresponde a cada alma en el mundo. Palabras de aliento para el optimista perdido. Admoniciones para el gran pecador. Sí, pensé con un escalofrío, demasiado congruente.

Por un rato me sentí abandonada, ignorada por un creador que manifiesta su plan para todos menos para mi. Pero entonces una sospecha fulminante cruzó mi cerebrito. El otro día apareció un desconocido en mi msn y me habló. Yo, por supuesto, suprimí el contacto.

No quiero sacar conclusiones apresuradas, pero en el mensaje decía: Chupame la verga.


Volví tarde. Revisé el dormitorio tratando de descubrir algún rastro de lo que hubiera podido pasar en mi ausencia. Después me acerqué a la cama. No estaba segura de querer ver lo que había ahí, pero no quedaba más remedio. Prendí la lámpara de la mesa de luz, me calcé los guantes de látex y tomé aire.
Levanté la mano que pendía fuera del colchón. Revisé el brazo. No sabía qué signos buscaba, pero los reconocería cuando los viera. Inspeccioné el cuerpo al centímetro, manipulándolo con cuidado. Darlo vuelta me costó una enormidad.
Descubrí una mancha morada debajo de la clavícula y tuve que respirar. Podía descomponerme en cualquier momento. Acerqué la lámpara y la observé. Un hematoma pequeño, 1x2 cm. Maldije en todos los idiomas. Tiré los guantes y corrí a meterme en la ducha.
Ya juré cien veces no volver a hacer esto, pero no puedo evitarlo. Me va a volver a pasar, así que quiero estar preparada. Tengo que estudiar en serio algunas técnicas forenses.
Me dejaré el cuerpo abandonado por ahí la noche entera. Le podrá pasar cualquier cosa. Algún día no lo voy a encontrar. Pero por lo menos quiero saber qué carajo me pasó en mi ausencia.


Alguien me habló de la Revolución Francesa. Me explicó que el furor de guillotinar aristócratas no terminaba de saciarse nunca a causa de la aristocrática manía de morir haciendo gala de la más exquisita indiferencia, casi con desdén. Eso, claro, irritaba a las muchedumbres.

Escuchándolo me percaté de que hasta la muerte necesita ensayo. Así que me decidí practicar una muerte gloriosa. Lo que es a mí me van a tener que arrastrar entre quince, a los gritos y patadas, hasta la horca menos aristocrática que se pueda conseguir.

El único problema es que me terminé enviciando con el ensayo. Ya no me limito a patalear contra lo que me acerca al patíbulo. Ahora, además, cada mañana me pongo a exigir a grito pelado que se cumpla mi última voluntad.

Cada mañana quiero un cigarrillo. Quiero una larga e íntima confesión. Y exijo, con chillidos agudos, el perdón de dios.

Manual de Farmacología


El Forced Swim Test es una técnica de laboratorio, muy simple, que se usa para el screening de antidepresivos. Consiste en un tubo de acrílico, como el que se muestra en la figura, lleno de agua hasta la mitad. Allí se lanza una rata.

Al principio el animal se desespera arañando las paredes del tubo (ver struggling en la última tabla). Finalmente, la mayoría de las ratas se quedan inmóviles. Flotan con la respiración reducida al mínimo, los ojos cerrados y apenas los bigotes fuera del agua.

Cualquier molécula, natural o de diseño que caiga en manos de un farmacólogo será probada en este test. Si, tras su inyección intraperitoneal, la rata aumenta el tiempo de lucha desesperada arañando el acrílico, habrán descubierto un nuevo antidepresivo.

Ah, eso sí: la rata en lucha morirá ahogada en pocos minutos.
La que flota, en cambio, puede sobrevivir hasta la próxima glaciación








Las palabas son cucarachas.
Saltan de la boca y caen al suelo con un ruido como de papel.
Me desespero por pisotearlas. Pero no hay caso. Es tarde.