Volví tarde. Revisé el dormitorio tratando de descubrir algún rastro de lo que hubiera podido pasar en mi ausencia. Después me acerqué a la cama. No estaba segura de querer ver lo que había ahí, pero no quedaba más remedio. Prendí la lámpara de la mesa de luz, me calcé los guantes de látex y tomé aire.
Levanté la mano que pendía fuera del colchón. Revisé el brazo. No sabía qué signos buscaba, pero los reconocería cuando los viera. Inspeccioné el cuerpo al centímetro, manipulándolo con cuidado. Darlo vuelta me costó una enormidad.
Descubrí una mancha morada debajo de la clavícula y tuve que respirar. Podía descomponerme en cualquier momento. Acerqué la lámpara y la observé. Un hematoma pequeño, 1x2 cm. Maldije en todos los idiomas. Tiré los guantes y corrí a meterme en la ducha.
Ya juré cien veces no volver a hacer esto, pero no puedo evitarlo. Me va a volver a pasar, así que quiero estar preparada. Tengo que estudiar en serio algunas técnicas forenses.
Me dejaré el cuerpo abandonado por ahí la noche entera. Le podrá pasar cualquier cosa. Algún día no lo voy a encontrar. Pero por lo menos quiero saber qué carajo me pasó en mi ausencia.

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