Paula llegó con una mano vendada y no pudo evitar la tentación de levantar la gasa para mostrar la larga abertura oscura cosida con hilo negro.

Estaba eufórica. Sin querer había hecho un descubrimiento fabuloso:

- ¡Es increíble lo fácil que se corta! Si hubiera querido hacerlo adrede, hubiera pensado que no iba a poder, que había que hacer fuerza, serruchar, algo así. Pero no: ¡La carne se corta como manteca!

Con la excusa de prender un cigarrillo me fui hasta la ventana y me puse a imaginar el día en que Jack hizo ese descubrimiento. Debió ser glorioso.


Viajé doce horas en un miserable semicama de dos pisos. Al bajar estaba aturdida por el sueño. No sé si me pasé toda la noche en el último asiento franeleando con un desconocido o si lo soñé. Me cambié a las corridas y salí.

La primera persona con la que hablé, el señor X, me explicó que estaban sucediendo cosas muy raras. Por bien que colocara una pieza en el rompecabezas, un instante después, estaba al revés. Llevaba días observándolo. Ofrecía filmar la situación para que se le creyera. Yo le creía, sin embargo bien sabía él que cualquier persona razonable dudaría de su experiencia. Por lo tanto proponía:

- Oiga, todo lo que ha sucedido queda almacenado en el cerebro. Si sucedió, está registrado, así que se debe poder reproducirlo. Habría que encontrar la forma de rebobinarlo para que se vea. ¿Cómo podemos hacer, Doctora? ¿Algún artefacto? ¿Alguna reacción de neurotransmisores?

Por la noche soñé que toda situación se puede comprender descomponiéndola en tres partes elementales: Agente, Acción y Objeto. Intentaba practicarlo, pero cuando captaba la acción se me escapaba el objeto, cuando captaba el objeto se me escapaba el agente, y así... A las cuatro de la mañana preparé una jarra de café y renuncié.


Esta mañana estaba cebando unos mates y parece que me olvidaba de pasarlo.
- Ché, dame un mate -reclamó L.
Con toda solicitud le puse un frasco de talco entre las manos.
Definitivamente no estoy donde creo.

*
Persiguiendo con insomnio el "elemento inhumano", ¿a dónde podía ir a parar? Al Almuerzo Desnudo, por supuesto: "ese instante helado en el que todos ven lo que hay realmente en la punta de sus tenedores"

Otras citas de Burroughs:
"Se necesita más y más droga para conservar forma humana... para espantar al Mono".
"Soy un fantasma que desea lo que todos los fantasmas -un cuerpo".
*
Llega mi sobrina de 3° grado:
- ¿Ayer era martes 13? ¡Claro! ¡Con razón! ¡Todo mal!
- ¿Qué te pasó?
- ¡Todas las cuentas mal!


El link de tentáculos que dejó Sacaría me llevó a dar un breve paseo por paginas para adultos. El resultado fue asombroso. Lejos de pasar una deliciosa noche conmigo misma, hice un descubrimiento catastrófico.

Con cierta dificultad, hace ya años entendí que lo que calienta a los seres humanos no es esencialmente el sexo opuesto. Lo demuestra suficientemente el hecho de que el sexo opuesto puede reemplazarse, con toda facilidad, por el mismo, otro, e incluso por seres de sexo absolutamente indeterminable. Queda flotando en el aire la amarga pregunta: si no es el sexo, ¿entonces qué es lo que lo pone a uno a jadear?

Ahora, luego de este paseíto, me quedó claro algo peor. El compañero humano en la cama puede reemplazarse -todo o por trozos- por cualquier cosa. La más loca lujuria puede producirse con animales de toda especie. Las delicias de la novia pueden encontrarse en una larga lista de objetos inanimados. Y ni siquiera nos queda el consuelo de pensar que con esos sucedáneos se disfrutaría menos. No. Ni remotamente.

Dios mío. Tuve que tomarme un ron para digerirlo. Pero es evidente. Lo que nos calienta, en esencia, no es humano.


En casa hay una pecera donde boya una esponja verde con un aireador fallado. Allí fue a parar por accidente una "pescadita" diminuta llamada Violeta.
La pobre Violeta está sometida a un régimen de alimentación un poco irregular -léase: nunca nadie recuerda si le dio de comer en la última semana-. Pero el hambre la fuerza a superarse días a día.
Al principio se desplazaba a toda velocidad por la pecera y se pegaba al vidrio, propiamente suplicante. Como tamaño de despliegue de comunicación interespecífica no alcanzó, empezó a abrir y cerrar desmesuradamente la boca dirigiéndose a cualquier ser humano presente.
Juro que al verla hacer eso pensé que en cualquier momento aprendía a hablar. Pero Violeta superó mis expectativas. Ayer, sin querer, la descubrí succionando meticulosamente el dedo índice de Juancho.
Parecerá una tontería, pero la escena me perturbó. No entendí quién estaba corrompiendo a quién.