Si estuve ausente fue a causa del espiritu navideño que cayó sobre mi.
Con paso torpe me arrastró de madrugada, bajo la lluvia, hasta el terraplén desierto de las vías. Me intimidó un poco escuchar su respiración asmática en la oscuridad. El espíritu exalaba el humo de su cigarro en grandes bocanadas bajo la barba. Al fin se detuvo y me señaló un rincón.
Quizás presenció una violación allí mismo, me dijo. La chica gemía boca abajo mientras el tipo se la cogía por atrás. El se quedó quieto, mesándose la barba, observando y dudando. No se atrevió a hacer ruido. Finalmente el espíritu navideño retrocedió sigiloso por donde había venido.
Hizo un segundo de silencio, el suficiente para sentarse en el suelo bajo la llovizna y encender un nuevo cigarro. Me senté a su lado.
Entonces me habló de la vez que atropelló un perrito con el trineo. Lo reventó. Las tripas saltaron para todos lados, pero quedó vivo. Me describió con detalle la mirada de desconcierto que le dirigió el perro. No entendía nada.
Suspiré bajo la lluvia. Se escuchó el ruido de un auto a lo lejos. Por un instante sospeché que quizás el espiritu navideño se dirigiera a mi por alguna razón. Quizás su relato tuviera una finalidad. Quizás quisiera algo de mí.
La cabeza me pesó tanto que intenté apoyarla en su hombro, pero el espíritu se levantó de un salto, clamando:
- Jo, jo, jo... ¡Feliz Navidad!
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 8:09 p. m.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario