El tipo cuenta la cruenta historia de su infancia mientras se snifa hasta el vidrio de la mesa. Dice que la vida le debe algo. Nunca tuvo lo que se merece. Así que se cobra un poco de lo que se le debe en cada saque.

Un amigo comenta:
- Bueno, cualquiera que trabaje sabe que nunca recibe todo lo que merece a cambio de su esfuerzo. Eso es la plusvalía.

- Ah! -pregunté entusiasmada-. ¿Entonces meterse la plusvalía por la nariz, sería el verdadero terror del capital?

- Y... No sé... -sonrió mi amigo-. No se me ocurre nada más barato que el esfuerzo de un falopero.