Mientras releía el post anterior apareció una pantallita desconocida en el monitor:


- "Que seas un incomprendido, no significa que seas un gran artista" -decía.

Me desorientó. Sin dudas esa era la respuesta de la bicicleta. Durante tres segundos hubo alguien ahí, burlón, que me puso en mi lugar de un buen sopapo.

Después se reveló el origen de la pantallita. Era solo un jueguito en linea.


Tengo una poderosa tendencia a la monogamia que me hace parecer una mujercita normal, aunque no sé cuáles sean los motivos normales de la monogamia. Mis razones, más que emocionales o morales, son mecánicas. Es como andar en bicicleta. A cada cambio de bicicleta se pierde ritmo, velocidad, precisión.

Intenté explicarle esto a un novio que tenía, pero él, curiosamente, lejos de interpretar que tenía mi fidelidad asegurada entendió que cualquier hombre me daba mismo. Me dijo puta y me dio una patada en el traste.

Está dicho. A la mejor bicicleta se le puede pedir ritmo, velocidad y precisión. ¿Por qué me empecino en darle conversación?


La gata maullaba enredándose en mis tobillos mientras los calamares me miraban desde el freezer con esos ojos... (esos ojos, esos ojos... ¿dónde los he visto antes?).

- Demasiado tarde, muchachos -murmuré y cerré el freezer.

Después se me ocurrió que los calamares no piensan como nosotros. ¿Quién sabe lo que contemplan esos ojos? Es posible que no les interese su destino. Quizás ni siquiera piensan en sí mismos.


No sé porqué ostento este doctorado, si nací para ser la esclava perfecta.

Tengo un pequeño almohadón que me permite permanecer de rodillas sin una queja.

Obedezco cualquier capricho con la devoción supersticiosa de una salvaje.

Hay ciertas humillaciones que considero los mejores halagos.

A cambio de toda sumisión, sólo pido que me cuenten un cuento cada tanto. Y entonces sé mover la cola y jadear de gratitud.

Sin embargo paso la vida bajo una lámpara, dedicada a la ciencia.

La obediencia ni siquiera existe cuando no hay amo que sepa lo que quiere.



Advertencia a las jóvenes: "no tomes ninguna bebida que no hayas mezclado tu misma".

Sábado, repasando el catecismo con mi sobrina: Yavhé estableció su alianza con un hombre que sería el padre de su pueblo, su descendencia sería incontable como el polvo. Mientras la niña me lo explicaba lo comprendí por primera vez en mi vida. El hombre que eligió Yavhé no tiene ninguna particularidad, excepto una desesperada historia de esterilidad.

Domingo, a solas con el maldito noveno mandamiento: "No consentirás pensamientos ni deseos impuros". Esos pensamientos y deseos terminarán por amarrarme y tirarme al río, no cabe duda. Pero no los consentiré.