La gata maullaba enredándose en mis tobillos mientras los calamares me miraban desde el freezer con esos ojos... (esos ojos, esos ojos... ¿dónde los he visto antes?).

- Demasiado tarde, muchachos -murmuré y cerré el freezer.

Después se me ocurrió que los calamares no piensan como nosotros. ¿Quién sabe lo que contemplan esos ojos? Es posible que no les interese su destino. Quizás ni siquiera piensan en sí mismos.

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