01/11/05 - 00:30 h.
No hace más de diez minutos me despertó un bombardeo ensordecedor. No estaba soñando. No reencarné en Irak. Esto es la Boca, señoras y señores, y el mundo se cayó fugazmente en pedazos.
Me levanté asustada. Me golpeé la rodilla en la oscuridad. Abrí la puerta del patio y vi mis propias manos teñidas por una luminosidad verde atómica. La ligera euforia de lo anómalo se apoderó de mí. Salí.
No tengo idea de qué celebramos, pero el cielo reventaba de fuegos artificiales.
Me levanté asustada. Me golpeé la rodilla en la oscuridad. Abrí la puerta del patio y vi mis propias manos teñidas por una luminosidad verde atómica. La ligera euforia de lo anómalo se apoderó de mí. Salí.
No tengo idea de qué celebramos, pero el cielo reventaba de fuegos artificiales.
Mientras, mi hija lloraba desconsolada, prendida de mi pierna como una garrapata.
- No pasa nada, corazón. Es un festejo...
- ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!
- No, no te asustes. Mirá qué lindas bengalas...
- ¡No quiero ver! ¡No quiero ver!
- No pasa nada, corazón. Es un festejo...
- ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!
- No, no te asustes. Mirá qué lindas bengalas...
- ¡No quiero ver! ¡No quiero ver!
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