Los hombres siempre ha sido dulces y gentiles conmigo. Tampoco se puede pretender que inventen la pólvora cada día.
Hace un tiempo, un experto piropeador cordobés me dijo en la calle:
- "¡Mamita, qué ojeras que tenés! ¡Vení que te hago dos pares más!"
Me alegró haberme cruzado con tamaño genio. Pero creo que no terminé de captar la idea hasta este domingo, cuando un vecino, amabilísimo, me dijo:
- "Tiene lindos pies, Doctora..."
Ya no quedan toallones en la casa. Voy a tener que parar de llorar.

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