Hay cosas de cuando era chica que no recuerdo como yo, sino como si fuera otra. Por ejemplo, veo a una niña rumiando el enigma de los bebés. ¿De dónde vienen?, ¿cómo se hacen?, ¿por dónde nacen? Sé lo que está pensando porque soy yo, pero la veo ahí, como si la estuviera espiando.

Ella pasa el dedo por el lomo de un libro y mira culpable hacia la puerta. Allí está la respuesta a todos los misterios: el libro de Obstetricia. Toma coraje y se roba el mamotreto de 4.000 paginas cosidas. Huye y se esconde como si llevara la fruta prohiba, las reliquias de San Anselmo o las obras completas del Marques de Sade. Abre la tapa del misterioso universo de los bebés.

El libro ilustra sus secretos con fotos en blanco y negro. Primeros planos de episiotomías. Placentas chorreantes. Cordones de carne resbalosa. Detalles de instrumental quirúrgico. Agujas curvas de sutura rebalando entre los guantes y la piel. Pinzas dentadas. Y pequeños cráneos peludos, estirados por los fórceps como si fueran chicle.

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