Cordero de dios...

I

Entré en la página de Border. El había recogido esta frase de un grupo católico sobre la poliomelitis: "pregunta quién ha pecado: el padre o el hijo, qué culpa paga la enfermedad". Suspiré. La navidad se acerca, buen momento para hablar del pecado. Salí al supermercado. Volví cargada con botellas, turrones y pan dulce.
Estaba sola y tan cansada que abandoné todo sobre la mesa y me tiré al sofá con el control remoto. Era miércoles a la noche. En Sony escuché un jingle pachanguero que prometía: “vamo’a ver unas nenitas buenas / y también un poco’e tipos malos....”. ¡Eso era lo que necesitaba! Sony no me defraudó. Sin embargo, de pronto, entre los tipos malos en Las Vegas, apareció un cura católico definiendo su condición: "Cuando se quema un foco, el resto del mundo lo cambia y se olvida. Un católico, en cambio, se queda sentado en la oscuridad, pensando qué habré hecho".Volví a suspirar intentando sacarme el asunto del pecado de la cabeza. ¿Porqué me persigue? –me pregunté. Si yo ni siquiera estoy bautizada. Además las religiones no son más que dinosaurios agonizantes en la era del ADN.
Pero el bicho muerto estaba al acecho en mi cabeza:
- ¡No, no, no! Ni sueñes con descartarlo así nomás... ¡A mí me gusta el católico sentado en la oscuridad, preguntándose qué habrá hecho..! ¡Ese es un tipo simpático! ¿Qué pueden producir de interesante los millones de estúpidos como vos, que tiran el foco a la basura sin pensar en nada? No, no... A mí me gusta ese católico. Al menos es conciente de que no sabe lo que hizo... No es un mal comienzo. Y además, no cabe duda: Algo malo habrá hecho...
Elevé los ojos al cielo con resignación:
- ¡Llegó el espíritu navideño! –suspiré.
- ¡Din don dín! ¡Din don dán! –tronó el bicho muerto-. ¡Momento para el pecado! Ya sé, ya sé, dedicar una pensamiento al sacrificio del cordero te parece demodé. Seguramente estás llena de pensamientos mucho más profundos... –se burló.
- ¡¿El sacrificio del cordero??!!! –casi me atraganté.
- El cordero que agoniza en la parrilla del sacrificio, querida burrita. El pobre animal que eleva la plegaria por el católico que piensa en la oscuridad con el foquito en la mano: “perdónalo, dios mío, porque no sabe lo que hizo...” –me explicó el bicho muerto con agria pedagogía.
- Claro que ustedes se juntan en lo de la abuelita y se engullen al cordero. ¡Las bestias que no saben lo que hacen, hacen cosas terribles! ¡Y alguien tiene que pagar por eso..! Y seamos sinceros, eso de sacrificar al cordero es una solución ingeniosa. Jajajá. Y económica. ¡No habría horno que alcanzara para cocinar a todas las bestias del mundo! Mejor que pague el cordero y zafamos todos... Pero la idea católica es mucho más grande, francamente sublime: ¡Convencer al cordero de que acepte el sacrificio voluntariamente! ¡Que se apiade de nosotros! ¡Que se sacrifique por nosotros! Sí, sí.... ¡Es genial! ¡Totalmente adorable!
Subí el volumen del televisor. Cerré los ojos. Los tipos malos del Sony ya no podían hacer nada por mi.
II

- Es una locura –balbucié agotada-... ¿Qué culpa puede tener el pobre poliomielítico? No quiero pensar qué habré hecho cada vez que se quema un foquito... ¡Eso es una tortura!
- ¡Exacto! –chilló el bicho muerto-: ¡Lo descubriste! ¡Es una tortura! Pero al menos es una tortura exquisita...
- ¿Cómo una tortura exquisita? ¿qué es eso?
- ¡Ah la ignorancia! Los cuerpos necesitan atención, querida, mucho tratamiento, tanto como las almas. Necesitan ser torturados... Después de todo ¿qué diferencia hay entre un cuerpo incrustado con silicio o con siliconas? ¿Qué diferencia hay entre el suplicio de la tentación y el de los aparatos de gimnasio? Finalmente, es una cuestión de fe...
- ¡Y yo prefiero el silicio y la tentación! -gritó desaforado-: ¡Denme el fuego de todos los infiernos quemándome el culo! ¡Espíritus ardientes y culpables!¡Carne negra y chamuscada! ¡Eso sí que me gusta!
Temí que sus chillidos rompieran los vidrios. Gemí desesperada...
- Je! Je! Je! –se rió el bicho muerto más conforme-. Debe haber algunas cabezas católicas bastante más entretenidas que la tuya. ¿Porqué me habrá tocado vivir encerrado en esta cabezota hueca? Yo también debería preguntarme qué habré hecho...
El bicho había logrado lo que buscaba. Apagué el televisor y me quedé sentada en la oscuridad, con la vista perdida en el vacío.
Después me fijé en la mercadería desparramada sobre la mesa. Vi un pote de yogurt que había olvidado guardar en la heladera. Llevaba horas ahí afuera con este calor. No quedaría más remedio que tirarlo a la basura.


Posted by Hello

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