La ilusión de que algo terminó



Era el año ´87, al final de un día elecciones en la Facultad. El Negro se afanaba por conseguir un último voto en medio del despliegue de banderas que se preparaban para el escrutinio. Entonces notaron que faltaba el carbón para los choripanes. El Toti gritó, haciendo girar las llaves: “Yo estoy en el auto de mi viejo, ¿quién se anima a buscarlo?”.
Al Negro se le cayó un hilo de baba. El padre de Toti, el Coronel, se acababa de comprar un Peugeot. Se atropelló sacando carnets de conducir, del automóvil club y hasta de vacunación. El quería probar ese auto.
Al llegar a estacionamiento en busca del soñado Peugeot del Coronel, se encontró en cambio con un enorme y polvoriento Falcon verde, con placa oficial en el parabrisas. Vaciló. A la desilusión le siguió el escalofrío. Se sentó al volante, rígido, y giró la cabeza para contemplar el tapizado del asiento trasero. Estaba impecable, pero él no podía dejar de ver los lamparones de sangre. Arrancó.
Se cruzó con unas compañeras de la agrupación que subían el cerro cantando consignas en minifalda. Llevaban gaseosas y cervezas. El Negro frenó y las invitó a subir. Ya se había olvidado del auto. Completó su recorrido raudo y alegre, espiando las piernas de sus acompañantes y haciendo chistes triunfalistas. Iban a ganar, eso era seguro.
De vuelta en el estacionamiento, al cerrar el baúl, pensó:
“Es increíble. Parece que los autos duran más que las dictaduras...”

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Al vuelo




Estaba esperando el colectivo en la esquina. Hacía calor. Una pareja pasó delante mío, esperó el semáforo y comenzó a cruzar. En medio de la avenida la chica se detuvo. Tomó impulso y le pegó un sonoro y escandaloso chirlo en el trasero a su acompañante. El tipo debía tener tres veces su volumen. Se dobló y gritó algo incomprensible levantando los brazos al cielo.
Yo me empecé a reír, divertidísima, mientras la pareja llegaba a la vereda opuesta. Me reí sin precauciones, ya que estaban lejos. Entonces un sujeto salió de la nada y pasó detrás de mi. Me dio un chirlo en el trasero. Y siguió caminando con paso de murga, muy divertido.
Me puse en puntas de pié y tomé aire para gritarle. Pero no supe qué. Dobló en la esquina.
Me quedé sola y asombrada, junto al poste de la parada, mientras un viento fuerte e imprevisto invadía la calle vacía. El aire se llenó de papelitos voladores y del sonido sordo del follaje.


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Cordero de dios...

I

Entré en la página de Border. El había recogido esta frase de un grupo católico sobre la poliomelitis: "pregunta quién ha pecado: el padre o el hijo, qué culpa paga la enfermedad". Suspiré. La navidad se acerca, buen momento para hablar del pecado. Salí al supermercado. Volví cargada con botellas, turrones y pan dulce.
Estaba sola y tan cansada que abandoné todo sobre la mesa y me tiré al sofá con el control remoto. Era miércoles a la noche. En Sony escuché un jingle pachanguero que prometía: “vamo’a ver unas nenitas buenas / y también un poco’e tipos malos....”. ¡Eso era lo que necesitaba! Sony no me defraudó. Sin embargo, de pronto, entre los tipos malos en Las Vegas, apareció un cura católico definiendo su condición: "Cuando se quema un foco, el resto del mundo lo cambia y se olvida. Un católico, en cambio, se queda sentado en la oscuridad, pensando qué habré hecho".Volví a suspirar intentando sacarme el asunto del pecado de la cabeza. ¿Porqué me persigue? –me pregunté. Si yo ni siquiera estoy bautizada. Además las religiones no son más que dinosaurios agonizantes en la era del ADN.
Pero el bicho muerto estaba al acecho en mi cabeza:
- ¡No, no, no! Ni sueñes con descartarlo así nomás... ¡A mí me gusta el católico sentado en la oscuridad, preguntándose qué habrá hecho..! ¡Ese es un tipo simpático! ¿Qué pueden producir de interesante los millones de estúpidos como vos, que tiran el foco a la basura sin pensar en nada? No, no... A mí me gusta ese católico. Al menos es conciente de que no sabe lo que hizo... No es un mal comienzo. Y además, no cabe duda: Algo malo habrá hecho...
Elevé los ojos al cielo con resignación:
- ¡Llegó el espíritu navideño! –suspiré.
- ¡Din don dín! ¡Din don dán! –tronó el bicho muerto-. ¡Momento para el pecado! Ya sé, ya sé, dedicar una pensamiento al sacrificio del cordero te parece demodé. Seguramente estás llena de pensamientos mucho más profundos... –se burló.
- ¡¿El sacrificio del cordero??!!! –casi me atraganté.
- El cordero que agoniza en la parrilla del sacrificio, querida burrita. El pobre animal que eleva la plegaria por el católico que piensa en la oscuridad con el foquito en la mano: “perdónalo, dios mío, porque no sabe lo que hizo...” –me explicó el bicho muerto con agria pedagogía.
- Claro que ustedes se juntan en lo de la abuelita y se engullen al cordero. ¡Las bestias que no saben lo que hacen, hacen cosas terribles! ¡Y alguien tiene que pagar por eso..! Y seamos sinceros, eso de sacrificar al cordero es una solución ingeniosa. Jajajá. Y económica. ¡No habría horno que alcanzara para cocinar a todas las bestias del mundo! Mejor que pague el cordero y zafamos todos... Pero la idea católica es mucho más grande, francamente sublime: ¡Convencer al cordero de que acepte el sacrificio voluntariamente! ¡Que se apiade de nosotros! ¡Que se sacrifique por nosotros! Sí, sí.... ¡Es genial! ¡Totalmente adorable!
Subí el volumen del televisor. Cerré los ojos. Los tipos malos del Sony ya no podían hacer nada por mi.
II

- Es una locura –balbucié agotada-... ¿Qué culpa puede tener el pobre poliomielítico? No quiero pensar qué habré hecho cada vez que se quema un foquito... ¡Eso es una tortura!
- ¡Exacto! –chilló el bicho muerto-: ¡Lo descubriste! ¡Es una tortura! Pero al menos es una tortura exquisita...
- ¿Cómo una tortura exquisita? ¿qué es eso?
- ¡Ah la ignorancia! Los cuerpos necesitan atención, querida, mucho tratamiento, tanto como las almas. Necesitan ser torturados... Después de todo ¿qué diferencia hay entre un cuerpo incrustado con silicio o con siliconas? ¿Qué diferencia hay entre el suplicio de la tentación y el de los aparatos de gimnasio? Finalmente, es una cuestión de fe...
- ¡Y yo prefiero el silicio y la tentación! -gritó desaforado-: ¡Denme el fuego de todos los infiernos quemándome el culo! ¡Espíritus ardientes y culpables!¡Carne negra y chamuscada! ¡Eso sí que me gusta!
Temí que sus chillidos rompieran los vidrios. Gemí desesperada...
- Je! Je! Je! –se rió el bicho muerto más conforme-. Debe haber algunas cabezas católicas bastante más entretenidas que la tuya. ¿Porqué me habrá tocado vivir encerrado en esta cabezota hueca? Yo también debería preguntarme qué habré hecho...
El bicho había logrado lo que buscaba. Apagué el televisor y me quedé sentada en la oscuridad, con la vista perdida en el vacío.
Después me fijé en la mercadería desparramada sobre la mesa. Vi un pote de yogurt que había olvidado guardar en la heladera. Llevaba horas ahí afuera con este calor. No quedaría más remedio que tirarlo a la basura.


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Ecuación: 1 monstruo = 1 bebé


fuckyou

Demostración IV: La Mosca


La película trata de un científico que está varado en su investigación sobre la teleportación. Puede transportar todo menos seres vivos. Le falta algo, hay algo esencial que no comprende: ¿Qué diferencia la materia con vida del resto de la materia?
La pregunta es idéntica a la de Mary Shelley, y la respuesta de Cronenberg es igual a la de la Tte Ripley. La solución está en el sexo. Sólo cogiendo el científico resolverá el enigma de la carne (“the poetry of flesh”, le llama él: la carne no se puede copiar, hay que interpretarla).
Y como consecuencia directa de esta revelación, lo monstruoso irrumpe en la escena. Dentro del telepod se produce una conjunción de los genes de Bundle y los de la mosca, que dará origen a un nuevo ser mixto: el monstruo.
Ahora bien, esa es una perfecta definición de la reproducción sexual. La materia inerte que se coloca en un telepod puede reproducirse en el otro idéntica a sí misma. Pero la carne no. La carne se reproduce según la lógica que el científico aprendió en la cama. Es decir: combinando carnes diferentes para producir carne nueva.
La película no se da por satisfecha con esa metáfora. El problema de la reproducción está re-duplicado a su vez. Porque la mujer que le reveló los secretos del sexo al científico está embarazada.
La conclusión cae por su propio peso: Hay un monstruo en gestación en ambos cuerpos de la pareja sexual.

(the end - ¡gracias a dios!)


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Ecuación: 1 monstruo = 1 bebé



Demostración III: Vampiros

Una adivinanza:

  • Son criaturas humanas encantadoras que necesitan succionar su alimento del cuerpo de otro ser humano.
  • No encuentran resistencia en la presa de la que se alimentan. Por el contrario, ejercen sobre esta una seducción cercana a la fascinación.
  • Pueden chupar hasta dejar a su víctima sin vida. Sin embargo ofrecen en compensación cierta trascendencia, una modesta y tentadora forma de la inmortalidad...

Tonto aquel que no adivina...

(y todavía continuará...)


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Identidad Desconocida



Quisiera presentar a una amiga mía, llamada Mónica, que tiene un problemita con el que nadie sabe bien qué hacer.
La primera vez que lo noté fue hace años. El timbre del portero eléctrico me sobresaltó tarde en la noche y atendí para escuchar, estupefacta, su voz haciendo la siguiente declaración:
- ¡Mónica, abrime! ¡Soy zurita!
La interrogué bastante preocupada. Me confesó, riéndose, que cosas así le suceden desde la infancia. Recordó que a los ocho años su madre la mandó a casa de unos vecinos a pedir prestada una cacerola. Fue refunfuñanado. Golpeó la puerta y esperó un rato largo, cada vez de peor humor. Cuando al fin la puerta se abrió ella exclamó impaciente:
- ¿Sí? ¿Qué querés?!
Sospecho que su problema se está agravando. Hace poco, en medio de una situación muy complicada, tuvo que acudir a una a una entrevista laboral que quizás fuera su única salvación. Llegó muy bien vestida a la oficina donde la recibió, sonriente, una mujer muy formal. Ella, estrujándose las manos con nerviosismo, le dijo:
- Busco a la Licenciada González
- Sí –le contestó la mujer-. Soy yo.
Entonces, sorprendidísima, mi amiga le preguntó:
- ¿Sooos yoooo?!

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Ecuación: 1 monstruo = 1 bebé


(Sección Escarpines)


Demostración II: Frankenstein

Bueno, esta demostración es bastante superflua. En la novela de Frankenstein no hay nada más que un doctor aterrorizado por su bebé y algunas reflexiones pedagógicas. “Se trata del enigma de dar vida”, corean todos los comentaristas del mundo.
Sólo puedo agregar una pequeña e impresionante carta de Mary Shelley tras la muerte de su primer bebé. La percepción le falló a la pobre ese día. ¿Cómo se logra confundir la tranquilidad del sueño con la crispación de una muerte por convulsiones?
Apostaría a que cuando escribió Frankenstein, Mary Shelley seguía preguntándose lo mismo. ¿Qué diferencia un apacible conjunto de órganos muertos de un bebé con vida?

6 March 1815
My dearest Hogg my baby is dead ‑ will you come to see me as soon as you can – I wish to see you ‑ It was perfectly well when I went to bed ‑ I awoke in the night to give it suck it appeared to be sleeping so quietly that I would not awake it ‑ it was dead then but we did not find that out till morning ‑ from its appearance it evedently died from convulsions ‑ Will you come ‑ you are so calm a creature and Shelley is afraid of a fever from the milk ‑ for I am no longer a mother now
Mary


[Querido Hogg, mi bebé está muerto. (...) Estaba perfectamente cuando me fui a la cama. Me levanté por la noche para darle de mamar, parecía dormir tan tranquilamente que no quise despertarlo. Ya estaba muerto entonces, pero no lo descubrimos hasta la mañana. Por su apariencia, evidentemente murió de convulsiones. (...) – Mary -]

(contuinará...)


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Ecuación: 1 monstruo = 1 bebé

Demostración I: El Alien



A mí no me cabe duda de que lo sustancial, lo más escalofirante del Alien tiene que ver con la vieja pregunta: ¿cómo se hace un bebé?
Como demostración me conformo con tres pequeñas porciones de la saga de cuatro películas:

1) La reproducción sucede así:
a- Algo se introduce en el cuerpo. La introducción sucede por la boca, es verdad, como suponen la gran mayoría de los niños que se embarazan las mujeres.
b- Ese algo crece allí dentro, en calma, en silencio, alimentándose del portador como un parásito, hasta que está listo para ver la luz.
c- Entonces sale abriéndose camino a empujones, perforando y desgrarrando. Abandona el cuerpo que lo hospedó como a un envase inútil. Podría citar muchas madres con idéntica queja.

2) A lo largo de toda la saga (cuatro películas que cubren muchas décadas) la Tte Ripley tiene sexo una sola y única vez. Es justo después de eso que algo la inquieta. Se hace una ecografía. Y encuentra al Alien en su interior.

3) La Tte Ripley es la mujer que ha padecido todos los terrores a causa del monstruo, y también la que ha dedicado su vida entera a perseguirlo. ¿Como se puede dudar de que es una madre?
Al final el bicho la reconoce lloriqueando.

(to be continued...)


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Vacas profanas




Acá estoy, exactamente como una vaca solitaria rumiando el pasto.
La pampa húmeda, el sol y millones de yuyos e insectos son los únicos protagonistas. Es esta escena no hay ni rastros de tragedia ni de comedia. Aquí se respira en paz.
No hay feos ni lindos, ni heroes ni malditos. Tampoco hay deseos oscuros zumbado como jets.
Ahora veo porqué a las vacas no les interesa la literatura.


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La espera

Llevaba un año exiliada en una ciudad ajena y hostil. Un año encerrada en un departamento, estudiando. El balcón, las plantas, la madera oscura y las montañas de papeles apenas alcanzaban a disimular que yo estaba muerta.
El fin de semana, cuando llamé a mi casa, todos estaban exageradamente amables y la vacuidad disolvía la conversación. El lunes me encontré con la noticia en un diario atrasado. El micro había caído al río desde lo alto de una barranca; de noche, sin luna, en plena creciente. La prefectura buscaba los cuerpos río abajo.
Sentí un mareo y un fuerte tirón hacia abajo en el cuerpo. Sentada en el suelo, haciendo un esfuerzo desmesurado para entrar aire en los pulmones, te ví.
Te ví cayendo. Ví tu boca contrayéndose en un gesto reflejo y amargo y ví tus ojos negros dándose por muertos. Yo conocí ese gesto involuntario. Sé que no intentaste nada. Sé que reconociste el momento que habías esperado por años.


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Puntos de vista...



Lenvanté el teléfono harta de antemano de lo que iba a oir. El tipo seguía gritando. Creo que llevaba meses sin parar de gritar. Yo estaba tan desesperada que pensé seriamente en abrirle la bragueta y chupársela, sólo para hacerlo callar. Pero estaba al teléfono. Y yo soy absolutamente incapaz de una solución tan inteligente.
Tuve que atender, una vez más, a sus enfáticos puntos de vista:
- ¿Porqué no? –gritaba-. ¿Porqué no la puedo llevar un fin de semana a la playa? ¿Quién sos vos para meterte en eso?
- A mí me parece que no corresponde... –dije agobiada.
- ¿Porqué me tenés que joder ahora? Mirá que yo me acuerdo bien...
- Mirá, a mí me parece que no corresponde que la chica se vaya a la playa con el ex de su hermana... Y menos que menos, en medio de una ruptura tan complicada...
- ¿Y porqué tenés que decidir vos lo que yo quiero? ¿Quién dice qué es lo que corresponde o no corresponde? ¿Porqué lo vas a decidir vos?
En ese momento una voz diferente se derramó en mi cabeza:
- ¡Ajá! -murmuró el bicho muerto- ¡El supermercado de los puntos de vista! A ver, mozo, un punto de vista acá, por favor, bien cargadito... ¡Todo el mundo es inocente de todo! ¿Te querés comer mi pierna derecha? Ah, qué interesante punto de vista... Claro que yo preferiría que no te la comieras, pero no es más que mi punto de vista... La verdad es que si no lo asfixiaste con la almohada mientras podías –susurró en estereo con el telefono-, es porque te lo merecés...
- ¡Ay, no! –me quejé pensando que la cabeza me iba a estallar.
- ¡No qué! –gritó la voz del teléfono-. ¡Todo es no para vos!
- Disculpame, no te lo dije a vos. Mirá, yo entiendo tu punto de vista, pero...
- Ahhhh..... Nooo! –chilló el bicho muerto-: ¡Esto es demasiado!
- En serio, no puedo discutirlo ahora...
- ¿Porqué no podés ahora? ¿Qué, hay que pedirte audiencia? Me vas a escuchar porque...
- Sí, sí. El señor tiene una buena pregunta: ¿quién dice cuál es el punto de vista correcto? ¿el que pega primero? ¿el que pega mejor? ¿O prefieren un duelo con pistolas? No, no, eso no se puede, porque: ¿quién dice cuantos pasos hay que caminar antes de disparar?
- ¡Basta por Dios! –gemí.
- No, no. ¡Basta nada! –rugió el teléfono.
- Sí, sí. ¡Basta, por Dios! –chilló el bicho muerto-. ¡Basta de estupideces! Milenios de jurisprudencia para que un par de idiotas se pongan a rifar puntos de vista por teléfono. ¿A quién se le ocurre? ¿Acaso alguien puede jugar al ajedrez preguntándose quién decide cómo se mueve la torre? ¡Cuestionamientos de pacotilla! ¡Pluralismos imbéciles! ¡Relativismos pusilánimes! Uf... Ahora resulta que el tipo que habla con los marcianos no está equivocado: No, no, ¡es su punto de vista! Hay que aguantarse cualquier mentira, infamia o estupidez: ¡respetemos los puntos de vista..!
No sé cómo terminó el asunto. Creo que me desmayé. Me desperté en el sofá, con el inalámbrico tirado en el piso. El silencio era intenso, blando y confortable. Todavía se podía sentir el aura risueña del bicho muerto en el aire. ¿Qué barbaridad me habrá hecho decir esa bestia?

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Poemitas



También yo encontré un viejo poemita, muy viejo, amarillo y polvoriento. Es triste comprobar que mientras los gustos van y vienen, en el fondo, década tras década, nada ha cambiado.


Están allí.
Anormales como una luna landrando
pero en silencio.
Están fríos como la menta
contando gotitas
de sangre.
Están quietos.
Nada de gritos.
Casi nada que delate
los perros en el corazón.


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La ciencia del bien y el mal

El aire serrano tiene en mí un efecto más relajante que un puré de valium. Por eso estaba un poco distraída cuando la vieja se puso a hablarme, mientras me cebaba unos mates dulces lagunosos, donde la yerba cobraba unos brillos tornasolados de extramundo.
A los 86 años, la vieja ya no tiene mucho que disimular. Sigue fregando enérgicamente, pero ya no mira lo que friega, así que unas flores plásticas con enormes lamparones de grasa barrosa reposan en un florero bruñido como un espejo.
Me hablaba con pena de su hermana mayor, la que no tuvo hijos. Yo no prestaba atención, hasta que una frase me sacó del ensueño.
- Fue un mal parto -me contaba-. Ella se dio cuenta tarde de que estaba en estado... Al final se lo pudo sacar igual, pero quedó arruinada para toda la vida...
- Ah, un aborto -traduje para mí misma con curiosidad-... ¿Pero de qué año me está hablando usted?
La vieja bajó la cabeza ante la brutalidad de la palabra. Se encogió como si yo la hubiera golpeado en el estómago:
- Yo ya sé que es un pecado terrible -susurró-. Yo sé que no tiene perdón. Pero, hija, Dios tiene que tener en cuenta lo burra que era la gente en esa época... Nosotras éramos tan ignorantes que ni sabíamos que era un asesinato lo que estábamos cometiendo. Todas lo hacían. No se nos ocurría que estaba mal...