Cuando alguien dice que el fin de semana fue brutal, por lo general se evoca un tostado resplandeciente, lentes de sol y chicle de mentol en la boca que dice: "¡Ay, no sabés que fin de semana brutal!"
A mi no toca nunca. Cuando un fin de semana se pone brutal conmigo, se lo toma muy al pie de la letra. Me atropella, me veja y me enajena. Hace alarde de brutalidad.
El lunes me tira de un auto en movimiento, a la entrada de un hospital.
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 11:23 a. m.
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