Clásica reunión de señoritas de internado. Polleritas tableadas, mucho rubor. Afirmación de rutina, absolutamente unánime: ¡El tamaño sí que importa!

Me sumé al coro, por supuesto, con bastante convicción. Nada que acepte los adjetivos "chiquitito y juguetón" merece respeto.

Después volví alegremente a casa, sin sospechar nada.

Encontré al espíritu científico acechando detrás de la puerta. Me acosó. Me forzó a llamar, por orden alfabético, a todas mis amigas.

Me hizo nombrar tres de sus viejos novios. A continuación tenía que formularles dos preguntas: a°) De cuál tiene mejor recuerdo en la cama. b°) Cuál la tiene más grande.

Cuando agotamos la agenda dejó de hostigarme, satisfecho. Al menos por hoy. Entonces me quedé sola frente a la evidencia, tan clara como escalofriante:

El espíritu científico tiene algo en mi contra. Está decidido a arruinarme. Tengo miedo.

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