Se conocen dos tipos de violencia. Una es la violencia que funda un derecho. Otra la que conserva un derecho. No hacen falta los ejemplos clásicos de invasiones o revoluciones.

El pendejo que te tira del colectivo funda su derecho al teléfono celular. El cana que lo caga a tiros conserva tu derecho al celular. Y vos escribís tus mensajitos convencido de que no tenés nada que ver con ninguna clase de violencia.

Milenios de civilización no parecían haber inventado más que eso, hasta que Walter Benjamín cayó sobre mi.

El ignoto berlinés supone la posibilidad de un tercer tipo de violencia, una desconocida hasta ahora, de la que no habría ejemplos históricos. Parece una noción rara, que llama "violencia divina" por su semejanza con el rayo que fulmina. Algo así como una violencia gratuita, que solo aspira a destruir. Me esforcé en leerlo y re-leerlo, pero en fin, mejor no hablar al pedo porque no lo entendí.

A falta de un entendimiento que iluminar, Benjamín se conformó con ser el rescoldo de mis pesadillas. Algo me despierta a la madrugada, al borde del grito, y sé que es ella, esa violencia que no quiere nada.






(No lo soñé.
Se enderezó y brindó a tu suerte.))

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