- Guau, guau, guauuuuu....
Los ladridos se escuchan otra vez por la ventana y yo empiezo a temblar sin saber qué hacer. No sé qué quiere. No sé qué le pasa. El perro se pone frenético y yo no sé cómo aplacarlo. Le tengo miedo.
Hace un par de semanas se me ocurrió tirarle un pedazo de carne y descubrí que eso funciona. Por un rato. Unos minutos de alivio.
Pero el rato cada vez es más corto. Hace falta cada vez más carne. Pronto tendré que cortarme una pierna.
Mañana voy a observar su masticación desde la ventana, de pie, como un hermoso flamenco rosado.
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 6:04 p. m.
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