De pronto un día mi ex media naranja empezó a hablar de "sus necesidades". Me desorienté. Me exprimí los sesos tratando de dilucidar qué podía tener que ver yo con "sus necesidades" (a no ser que fueran sexuales, claro, pero eso no parecía).
Desesperada al fin, le pedí que especificara "sus necesidades". Fue un error. El empezó a chillar que necesitaba ternura, comprensión, contención, acompañamiento, atención... Entonces me largué a llorar a los gritos. Ya iba por la quinta necesidad incomprensible. Era demasiado para mí.
Me volví a mi cucha como un perro rengo. Inútil, incompetente, descerebrada -me decían las macetas-. Estúpida, fea, mala -me decía el bicho muerto-. Incapaaaaazzzz! -me gritaban los cubiertos-. Ya había decidido que el alcoholismo era la única solución, cuando sonó el teléfono.
Levanté el tubo con aprehensión, pero era solo mi abuela:
- Nena, ¿vos me llamaste ayer?
- Sí. ¿Porqué no contestabas?
- Ay, disculpame, hija, pero me pasé todo el día en el baño. Y no hubo caso, ché. Hace cuatro días que no puedo hacer mis necesidades...
En ese instante una llamarada de luz estalló en mi cerebro: "¡Sus necesidades!"
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 12:34 p. m.
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