Acabo de descubrir el elemento de caducidad de este blog. Varios temas me rondaron esta semana y, por las razones más variadas, no me atreví a publicar aquí ninguno de ellos. Una personalidad, incluso ficticia, es algo que se inhibe muy rápidamente. Adquiere demasiados compromisos.
Sería más exacto decir que una personalidad, por inventada que sea, pronto se vuelve una cosa autónoma, como una máquina, y se lanza a producir sus propias vanidades y pudores. Pronto se envuelve en sus miserables engaños y coqueterías, dirigidos, por supuesto, a unos ojos tan muertos como el ojo de la piedra.
En una palabra: Toda la basura de siempre...
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