La obediencia de las cosas II



La obediencia de las cosas es la pasión humana por excelencia. Sin exagerar: la única pasión humana. Y la yema del dedo tiene una función fundamental.
Las cosas responden a su contacto de modo milagroso: la luz se enciende, la música comienza a sonar. El contestador recita sus mensajes. El ventilador comienza a girar. El link se activa, la impresora se lanza a escribir.
El encanto, ya se ha dicho, está en el desconocimiento del mecanismo. Tanto mi dedo como la lámpara ignoran qué extravagante lazo los compromete. Es un milagro dulce y misterioso que las cosas nos respondan así.
Por supuesto que sería precioso considerar esta pasión como una gran metáfora del sexo. La mecánica es la misma. Ella se suelta el pelo y un miembro se yergue de modo sorprendente. Tanto el pelo como el miembro (y sus supuestos dueños) desconocen por completo la relación entre esos eventos. Y gozan de desconocerla.
Pero eso es romanticismo estúpido.
Yo les aseguro que es al revés. Si el sexo llega a gustarnos alguna vez es sólo gracias a la obediencia de cierto trozo de carne involucrada. La misma obediencia inexplicable que nos apasiona en todas las cosas.

Posted by Hello

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