He metido la pata de un modo tan ostensible que ando por la vida con una marca horrible y fosforescente en la cara. Las respuestas que provoca tan bochornosa cicatriz, sin embargo, me parecen como estéticamente mezquinas.
El dedo acusador, la sanción, el desprecio, se disuelven en unas frasesitas poco dramáticas:

- Y... vos sabrás...
- No sé... no tengo opinión...
- Y bueno... Si te duele tendrás que hablar con quién corresponda...

Protesto enérgicamente. Si los reproches vienen con tan poca carne en el asador: ¿qué se puede esperar del infierno? ¡Carne chamuscada! ¡Quiero olor a carne chamuscada!

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