Estamos rodeados. Son seres que parecen normales. Te sonríen afablemente, quizás hasta viven a tu lado. Nada los distingue del resto, excepto una lógica inapelable y escalofriante que excretan en momentos claves. Cuando uno aprende a detectarlos comprende que, frente a ellos, estamos desamparados.

Acá van los tres que descubrí esta semana:

- "Es verdad, cuando el viejo estuvo en terapia intensiva yo no pude verlo. ¡A mí nadie me comunicó el horario de visitas! Es así... Yo estoy siempre al pie del cañón, pero ellos me dejan afuera..."

- "No, no y no. ¡Yo jamás me distraje! Fue la boluda de mi mujer que justo me llamó por teléfono."

- "A mí no me gusta mentir. Pero si no van a estar de acuerdo conmigo, no me dejan alternativa".

Sí. Creo que estamos perdidos. Solo queda postrarse en reverencia ante ellos.

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