La moral es un fluído corporal II



La moral del cepillo de dientes

Un brillo de detergente cascabelea en esa sonrisa tan perfecta que parece calibrada por ingenieros de la NASA. El abre la boca y un viento de bosque suizo invade la sala. El señor podrá ser presidente con esa boca. Y podrá serlo porque su sonrisa no habla de los miles de dólares que vale cada pieza, ni de los criados de uniforme blanco que las lustran con el mismo afán con que se lustra la platería en Buckingham. No, no. Su sonrisa no evoca nada de eso. Muy por el contrario, esa boca inmaculada y lustrosa expresa grandes virtudes: dedicación, constancia, energía, empeño e higiene.
Y mientras tanto, todos retiramos la vista del rostro de esas horribles putas desdentadas, con cuatro piedras por todo sostén de la lengua, que parlotean en la ruta. Cuando ellas abren la boca sólo vemos un agujero hediondo, el vulgar remate de un tubo digestivo. Pero eso no nos dice nada de la pobreza: ¡no!, ¡claro que no! Muy por el contrario, esas bocas nos hablan de vicios muy profundos: la indolencia, la suciedad, las palabrotas, y mejor ignorar cuántas cosas más.
¡En esa porquería te convertirás, nene, si no te cepillás los dientes cuatro veces por día!, claman los odontólogos de sonrisa despiadada.
Y escupen moral. Babean moral.
Quiera Dios que un día se atraganten con su moral.


Posted by Hello

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