Mientras me cortaba las uñas un meteorito sin rumbo perforó la atmósfera.
Mojé el pincel en el frasquito de esmalte cuando se prendió fuego y ganó aceleración.
Si tuviera la cabeza fría pensaría que en algún momento, en algún lugar remoto, un cuerpo celeste reventó.
Pero la verdad es que no tengo la cabeza muy fría.
El esamalte resbaló a la perfección sobre la uña cuando el meteoro se estrelló justo sobre mí.

A modo de consuelo, como para alegrar la tarde, me llega una invitación a disertar sobre los orificios de entrada.


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