Hay noches que mejor no acostarse.

Anoche leí los últimos capítulos del Guardián entre el Centeno. Salinger explicaba que lo más horrible de vivir en Nueva York es cuando a alguien le da por reírse en la calle durante la madrugada. Las carcajadas retumban en cinco manzanas a la redonda. Es lo más deprimente.

Le creí. Cerré el libro y agucé el oído. La calle estaba vacía, en perfecto silencio. Sin embargo de pronto todas las carcajadas que rebotaban por Nueva York saltaron a meterse en mi cama. Y estaban heladas.

Por dios, qué carcajadas más heladas.

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