Sola y triste como un hongo nuclear, decidí anotarme en un gimnasio. Iba hacia allí por la avenida, con 43° a la sombra, impulsada por ciertas ideas de raro sonido:

"Mi cuerpo necesita que se haga algo con él. Urgente. Y nada de relajadas caminatas vespertinas. Hace falta algo más duro. Algo más exigente, agotador. Sí, sí. Hace falta un poco de disciplina. Incluso -¿porqué no?-, un poco de dolor."

Perturbada por el segundo sentido de esos pensamientos me dejé arrastrar por la cinta y observé discretamente a mis desconocidos partenaires. Algunos cuerpos gorditos parecían decir: "He sido débil, necesito penitencia". Otros cuerpos eran puros músculos derretidos en sudor y pidiendo: más! más! más!

En fin... Me declaro iniciada en el erotismo de los masocas que se disciplinan a sí mismos. Después de la bicicleta: ¡máscara, látigo y va fangulo!

0 comentarios: