Anoche estaba cansada y el mundo me parecía hueco. Terminé de lavarme los dientes y me quedé abstraída, mirándome al espejo sin pensar en nada. De pronto algo anormal pero imperceptible apareció en el espejo. Por un momento no supe qué. Mi rostro estaba ahí, sin expresión. Pero en las pupilas había una desviación infinitesimal.
Fue como un puñetazo comprender que el reflejo de mi mirada ya no me miraba a mí. Miraba algo detrás mío. Giré aterrada. Revisé cada centímetro a mis espaldas. No había nada, por supuesto.
La superficie del espejo estaba sucia. Un par de manchas, sumadas a mi ánimo desértico, podían explicar razonablemente el fenómeno óptico. Sin embargo me costó volver a enfrentar mi reflejo en el espejo. Anoche me miré a los ojos con infinita desconfianza.
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 5:38 p. m.
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