“Oigo y obedezco...”
es la fórmula con la que, rodilla al suelo, se le responde al Sultán.
Es una fórmula con un aire ligeramente redundante.
Los oídos no tienen párpados. Son dos perforaciones que dejan nuestro cerebro expuesto a la intemperie. Por allí, cualquiera que tenga lengua, puede meternos lo que guste a entera libertad.
No somos libres de no oír, pero a veces, interponiendo estratagemas, nos libramos de obedecer. Aunque hace falta audacia e ingenio.
Esa es la gran desobediencia del astuto Ulises: Oír a las sirenas atado de pies y manos al mástil del navío.
Pero la desobediencia de Scherezada es mucho más radical: Usar la lengua mil y una noches sin parar...
“Oye y obedece...”
es la fórmula con la que, de rodillas en el suelo, se le responde al Sultán.
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