Hay tanto tedio, que ahora resulta que los pueblerinos practican el viejo juego de la olla. Y nos explican por televisión los reglamentos swingers.

Interesante la regla número uno: no enamorarás al cónyugue de tu prójimo. Mandamiento de resonancias bíblicas si los hay. El intercambio consiste en sexo puro, se nos dice.

Se deduce, como mínimo:
a) Que los swingers creen en el amor.
b) Los swingers piensan que el amor y el sexo son cosas separadas.
c) Si hay sexo puro por un lado, pues habrá amor puro por el otro.

¡Románticos! ¡Moralistas! ¡Sesentistas!

Lamentablemente, me dio tanta risa, que no pude escuchar la regla número dos. Otra vez será.

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