El bienestar es un valor en ausencia. En presencia es una licuadora de almas.
La observación demuestra que el cuerpo humano no soporta ese estado por períodos prolongados. La reacción es casi inmunológica.
Necesitamos desesperadamente un poco de vidrio entre las muelas. Debe haber, en alguna parte, una maledicencia que sea capaz de reducirnos a mendigar en las vías. Debe haber por lo menos un meteoro enloquecido acercándose por el espacio. Es necesario. No hay aliento humano sin esa perspectiva.
Se deduce, por lo tanto, que el hueso del alma tiene que ser un mal. El bienestar persistente solo produce un espeso licuado de cadáveres.
Berreo teológico
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 8:40 p. m.
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