Odio el futuro. Profiero mis maldiciones puntualmente, a cada oportunidad. Y no hay caso. Nadie me entiende. Solo responde el eco del malentendido.
La gente más comprensiva me consuela: te va a ir bien, no te preocupes. Otros hasta se ponen de mi lado. Hablan del miedo a envejecer. Del pesimismo. De la extensión lógica del refrán: si todo tiempo pasado fue mejor, ergo, el presente es mejor que el futuro.
Uff... Y yo que soy optimista hasta la idiotez, no me acuerdo de nada y me importan un comino las tetas caídas... Escucho, suspiro, me deshago en explicaciones, y no hay caso. Cada vez que maldigo el futuro volvemos al mismo malentendido.
Así que lo diré por última vez. Fuerte y claro. Lo que odio, señores, no es el contenido del futuro, sino el concepto. La simple noción de carrera. La idea del empuje con dirección. La flechita del sentido. Odio toda la felicidad que tendré en otro momento, la detesto.
Odio el hilo que se tensa hacia adelante, en vez de caer al piso en dulce enredo.
Y ahora prometo solemnemente, de hoy en adelante, odiar en silencio.
Silencio, Kaiten, silencio.
Publicadas por pequeño ofidio a la/s 3:48 p. m.
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